Aroma de jazmín
La grieta ha ido creciendo a la sombra del tiempo y Mihaela
podría señalar sin equivocarse a qué mes de qué año corresponde cada pequeño
fragmento de muro quebrado. La parte baja de la grieta tiene ya los bordes
suaves, la yema de los dedos de Mihaela, su caricia diaria. Sube la escalera
con la mano izquierda rozando la pared.
Se ha vuelto a fundir la bombilla. En la
oscuridad los escalones lamentan con breves gemidos su propia existencia, como
esos ancianos que ya sólo esperan la muerte. La casa moribunda, la grieta que crece,
la escalera que quiere rendirse y abandonarse por fin al reposo del escombro.
Se ha vuelto a fundir la bombilla y Mihaela guarda en una lata los lei para
comprar otra.
En la cocina huele a coles, en el salón huele a coles y en
el dormitorio y en el baño. La casa entera huele a esas coles que se amontonan
en un rincón oscuro del pasillo, que se desbordan hasta el balcón y se asoman a
la calle. El
frío las conserva pero siempre hay hojas que empiezan a pudrirse en la parte
más baja de la pila y hay que moverlas, cambiarlas de posición y limpiarlas.
Las coles son lo segundo que toca Mihaela después de entrar en el portal.
Primero, la grieta, después, las coles.
Lo tercero que toca Mihaela es la fotografía de Maria. La niña,
sentada en la arena de una playa del Mediterráneo, es luz.
Hoy, mientras servía los desayunos en el hotel Mihaela se ha
acordado de ella. Una mujer española le ha dado los buenos días, “Bună dimineaţa” (1),
con el mismo acento duro que su yerno. La mujer
esperaba una sonrisa, pero Mihaela no sonríe. El marido ha desayunado té. La
mujer huele a jazmín y duerme con un pijama de hombre. No ha traído perfume,
pero huele a jazmín. Mihaela ha entrado en la habitación con Yrina, a
curiosear. Hacía tiempo que no venían extranjeros por el hotel. La española no
ha traído perfume ni joyas, su ropa es corriente y ni siquiera la ha sacado de la maleta. Sólo han
traído una pastilla de jabón negra y un cuaderno rojo. La española ha dibujado
en el cuaderno un poste de luz y cinco cornejas. Los cables y las cornejas
cruzan la página en direcciones opuestas. No hay nada que curiosear en la
habitación de los españoles. Huele a jazmín.
Elena escribe a su madre. “… Estamos
bien. Mateo es bueno conmigo, no me pega y casi no bebe. No quiere que trabaje,
me quedo en casa cuidando de Maria. Es bueno y nos trata bien. Vivimos cerca
del mar y en verano, por la noche, huele a jazmín. Le he pedido que vayamos en
otoño a Bucarest, para que conozcas a la niña. ¿Podremos quedarnos unos días
contigo?...”
La española desayuna caşcaval
(2) y huevos revueltos.
Sonríe y dice “Mulţumesc.”
(3) Mihaela no contesta. Mihaela no sonríe. La
española huele a jazmín. Su marido huele a jabón negro. Hay una sombra de
jazmín extendiéndose por el hotel. El olor baja la escalera y se mezcla con el
olor a cordero del vestíbulo, sale a la calle, dobla la esquina, entra en el
portal y sube la escalera acariciando la grieta con la mano izquierda. En la
cocina huele a coles y a jazmín.
Mihaela mueve las
coles. Mihaela prepara en el dormitorio la vieja cuna de Elena. Da la vuelta al
colchón de la cama y saca un edredón bordado de una caja que guarda sobre el
armario. El colchón huele a moho. Con la uña hace saltar otro pedazo de yeso de
la pared. Quita
los trozos sueltos y pasa una bayeta húmeda por el desconchón. Mihaela tapa el
cristal roto de la ventana con un trozo de hule floreado. Lo sujeta por dentro
con cinta adhesiva, tirante, para que no entre la lluvia.
Elena escribe a su madre. “… Llegaremos el martes.
Mateo quiere conocer la ciudad y salir por la noche. ¿Te quedarás con la niña?
Llevaremos regalos, te he comprado un abrigo y un perfume, seguro que te gusta.
Mamã, estoy pensando que podrías venir a España
con nosotros. La casa es grande y nueva. No hace frío. Piénsalo…”
Mihaela dice “Buenos
días” y la española sonríe. Mientras le sirve el café, Mihaela se llena de
olor a jazmín.
(1) “Buenos días”
(2) Queso
típico rumano
(3) “Gracias”
Otra maravilla más. El continuo recurso a los olores, ni se cuenta. Gracias de nuevo.
ResponderEliminarGracias a ti Jaime :)
EliminarEste relato es muy especial para mi, una "joyita", aunque me esté mal decirlo.