Poema
Un cansancio gigante me retiene en la cama. ¡Olvidadme! , murmura en el vórtice blando la conciencia encerrada en la caja del cráneo. Si me pongo en pie quebrarán mis tobillos los gritos de las piedras que escapan del subsuelo; las aguas subterráneas trepan por las paredes, lágrimas invertidas que me anegan los labios. Soy centro de mi misma y suburbio de todo, nada fuera del límite de una piel que me abriga, un instante de azul, una nota, una mano que tiembla y un acento quebrado. No puedo levantarme más allá de mi cima, tengo un esqueleto que no aguanta la lluvia y fuera de mi casa no deja de llover, últimamente.