Señores, poder, literatura y temas universales
Estoy leyendo "La encantadora de Florencia" de Salman Rushdie, autor del que todavía no había leído nada. Esta novela me interesaba por estar ambientada en un momento tremendamente interesante y determinante tanto para la cultura occidental como para la oriental. Estamos a finales del siglo XVI y coinciden en el tiempo Akbar el grande, el gran mogol, que amplió el imperio y fue un gran mecenas, que creó una inmensa biblioteca y gracias a su apertura a otras religiones diferentes de la musulmana consiguió un grandioso florecimiento de las artes. Al mismo tiempo, en Italia, concretamente en Florencia, tenemos a los Medici, mecenas renacentistas bajo cuyo patrocinio se crearon algunas de las maś grandes obras de arte de la época. Esta coincidencia, los intercambios e influencias entre ambos mundos, escasos, violentos, mágicos, cargados de prejuicios y de leyenda, hacen de este momento histórico un universo de posibilidades para el relato, ya sea histórico o ficticio.
Florencia, Piazza della Signoria, estatua de Cosme I de Medici, Gianbologna, 1594 ©Mayte Sánchez Sempere, 2017 |
Rushdie opta por la ficción histórica y aparentemente no lo hace mal. Y digo "aparentemente" porque son tantos los datos que pareciera que, efectivamente, está narrando algo que de veras ocurrió. Esa es la virtud de la buena ficción histórica: hacer dudar al lector, que llegue un momento en no sea capaz de diferenciar lo real de lo ficticio. Y como Rushdie se sumerge constantemente en esa magia tan medieval, en la que todo es posible, en la que las mandrágoras gritan al ser arrancadas y todos sabemos que eso era así, y pone a Nicolás Maquiavelo a hablar y andar, pone a Akbar a hablar de su abuelo Babur, consigue resultar creíble... hasta que llegas a un dato, solo uno, que conoces. Que el diamante Koh-i-noor, aunque pasó antes por distintas manos, no recibió ese nombre hasta el siglo XVIII. Y entonces la duda se adueña de todo el resto de datos y ya no sé si me puedo fiar. ¿Es un detalle tonto? Lo es, no lo niego. Pero son esos detalles los que me sacan de la narración, qué le vamos a hacer.
Diamante aparte, tengo otro par de "problemas" con este autor. El primero es la mirada. Yo esperaba, siendo un autor indio, que su mirada fuese algo más oriental, pero me he encontrado con la clásica y tradicional mirada exotizante. Todos los personajes orientales me han parecido estereotipos, la interpretación que alguien de cualquier país europeo haría en un viaje organizado de esos en que se visitan seis paises en tres días. Es una mirada colonizadora que no me gusta, por demasiado soberbia y distante. Me suena a "bueno, ya sabes cómo es esta gente", sin pararse a intentar saber cómo es esta gente.
El otro problema está relacionado con los temas universales escritos por hombres. A ver cómo lo explico sin ser ordinaria... En su novela, Rushdie retrata a las mujeres divididas en tres grupos: follables, alcahuetas o esposas insufribles. Las follables son o bien prostitutas, todas ellas calculadoras y dominantas, un peligro para los pobrecitos hombres o bien "hechiceras", aunque sean princesas; y sí, peligrosas también, por supuesto. Las alcahuetas, más o menos lo mismo, pero feas. Y las esposas, un estorbo, celosas, envidiosas, enfrentadas a todas las otras mujeres. Vamos, lo que viene siendo la mirada más machirula que te puedas imaginar. La única mujer de la que parece que habla bien, y solo un rato, es imaginaria, creada por la mente del gran mogol. Vaya.
Por supuesto, la vida de estas mujeres gira únicamente alrededor de las maravillosas vergas de los protagonistas, que tienen como misión ser poderosos y follar. Me parece un tema aburridísimo, seiscientas páginas corriendo detrás de los tristes penes de un grupo de señores que están constantemente pensando en dónde meterlos, en un momento histórico en que todo, absolutamente todo era interesante. Claro, leo las reseñas y pienso "ah, bueno, es que yo no entiendo de esto", obviamente. Porque amigas, esto, los tristes penes de los señores, son un tema universal que interesa a todo el mundo, no como lo que escribimos nosotras, que son cosas de mujeres.
Y voy un paso más allá en la reflexión. Si eso son temas universales, si eso interesa a todos, hombres y mujeres, si eso es lo que de verdad importa, será lo que mueve el mundo. A ver, voy a fijarme. Trump, Putin, Netanyahu... Espera. Ojos como platos. ¿Será posible que, realmente, no sean más que señores preocupados por sus tristes penes, por dónde meterlos y cómo demostrarles a los demás que los tienen más grandes y más gordos? A ver si va a ser verdad. A ver si va a resultar que el tema, el único tema, es la forma, tamaño y actividades de los penes de los señores.
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