Cosas que escribí hace tiempo
El huerto de Adela
Como cada mañana, nada más levantarse, Adela sale a la puerta de la vieja casa y mira al cielo. Cubierto, gris oscuro en el horizonte, casi blanco donde debería estar el sol. Tras el café con leche y las dos magdalenas habituales, vuelve a la puerta y mira al cielo. Cubierto. Si no despeja, podría ser el día. Alegre por la idea de que, quizá, haya llegado el momento, se viste canturreando. Se calza las botas de goma, se pone el impermeable, coge el cubo de plástico azul y sale de casa. De camino al huerto saluda a las vecinas, a las esquinas, al perro de nadie y a la sombra, tenue, de la iglesia. El huerto la recibe húmedo y esponjoso, la tierra fértil se deja hollar y las berzas presumen de verde. Adela acaricia cada hoja con una mirada llena de sabiduría. Tú, la berza más pequeña, tú, la mata de judías más débil, tú, el ciruelo con dos ramas tronchadas por el viento. Junto a la entrada del huerto, el perro de nadie la mira, amarillo y triste. Adela saca del bolsillo una ...