Cesárea programada - XI
Tiene un ovillo de penas
anclado en el centro del cogote,
pasea a su sombra
con correa
y se dice soy libre
con este corazón
que no se mueve.
Camina bajo el peso increíble
de los errores propios
y las dudas ajenas;
se deshace entre rejas
forjadas con sus pasos
en ese corredor interminable
hacia ningún lugar y allí
hace su cama:
las sábanas mojadas sobre la dura piedra
moldean el insomnio necesario
para que ningún sueño
se cuele, inoportuno,
en esta realidad que duele pero es suya.
No se permite el placer del vino compartido
ni la caricia del sol o el beso de la orilla
y hunde los pies bien hondo en el asfalto
para que la ilusión no eleve
su frente desolada.
¡Qué triste
el día que amanece
y comprende que el túnel se termina
sólo con deshacer las telarañas!
anclado en el centro del cogote,
pasea a su sombra
con correa
y se dice soy libre
con este corazón
que no se mueve.
Camina bajo el peso increíble
de los errores propios
y las dudas ajenas;
se deshace entre rejas
forjadas con sus pasos
en ese corredor interminable
hacia ningún lugar y allí
hace su cama:
las sábanas mojadas sobre la dura piedra
moldean el insomnio necesario
para que ningún sueño
se cuele, inoportuno,
en esta realidad que duele pero es suya.
No se permite el placer del vino compartido
ni la caricia del sol o el beso de la orilla
y hunde los pies bien hondo en el asfalto
para que la ilusión no eleve
su frente desolada.
¡Qué triste
el día que amanece
y comprende que el túnel se termina
sólo con deshacer las telarañas!
Tremendamente bueno, Mayte. Un beso.
ResponderEliminarPoema que estremece, Mayte. Muy bueno, sí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leo
Paloma, me alegra verte.
ResponderEliminarUn beso.
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Leo, como la vida misma
un abrazo