Escultura y espacio público - I

Hace unas semanas asistimos a una "guerra de las estatuas", con monumentos derribados o vandalizados que movió a Maite Ugalde, a la que conozco por redes, a compartir 10 esculturas que le han gustado o que son importantes en su vida. Siguiendo su estela, decidí hacer lo mismo pero a mi manera.

Me parece interesante revisar nuestra relación con los monumentos que pueblan el espacio público, su significado en nuestras vidas y el sentido que pueda tener conservar algunos en la calle y guardar otros en museos... por no hablar de los componentes estético, simbólico y político de monumentos, homenajes, triunfos y demás. Esa es la idea de esta serie de entradas: compartir unas cuantas esculturas y explicar qué es lo que he visto en ellas, todo con la idea de abrir el debate o, al menos, provocar un minuto de reflexión más allá del "esa estatua hay que quitarla" o "qué incultos los que la han derribado".

La número uno es una de las que más me ha sorprendido, quizá por inesperada. Yo, tonta de mí, no sabía nada de Baltasar Lobo hasta que fui por segunda vez a Zamora. Flipé. Todas sus esculturas, las del museo, las de la muralla, me gustaron mucho, pero esta maternidad me gustó especialmente, por su alegría y su ternura. Dentro del museo hay otra que también es una belleza absoluta, como no se pueden hacer fotos, hice un apunte a lápiz.

Sobre Baltasar Lobo, resulta que es uno de esos artistas maltratados por las administraciones públicas. No sé cómo estará ahora el asunto, pero cuando fui a Zamora en 2013, la obra del escultor se mostraba en un pequeñísimo museo, insuficiente para albergar y exponer de forma digna el legado que el autor donó a la ciudad.





La número dos es La gran Penélope, de Antoine Bourdelle. Esta la descubrí en la Fundación Mapfre, en una exposición titulada ¿Olvidar a Rodin?, en el verano de 2009. Después vi una versión en miniatura en la galería d'Orsay, en París, y ganas me dieron de echarla "al bolsillo"... bueno, es muchísimo más pequeña que la grande, que mide casi 2 metros y medio de altura, pero en el bolsillo, no cabe.

¿Qué tiene esta enormidad para haberme gustado tanto? Pues creo que es la paz, la serenidad, la sensación de abrazo y de amor, de feminidad y maternidad que transmiten esos muslos enormes y quietos, ese vientre ligeramente redondeado, de mujer madura, esa postura de los brazos y los propios brazos, blandos, llenos, la expresión de eterna espera y paciencia infinita. Está quieta pero está viva, está esperando pero a punto de echar a andar, es como una columna viviente, en eso, quizá por los pliegues verticales de la falda, me recordaba a las famosas cariátides, que creo que también pasarán por aquí muy pronto.

(La foto de la grande la he sacado de "la internete", no sé de quién es; la de la pequeña es mía).



La tercera estatua es, posiblemente, la primera que vi en mi vida. Se trata de un grupo escultórico de Marino Amaya, un escultor de Astorga muy poco conocido.

Cuando a mediados de los 60 empezó el auge del madrileño barrio de Moratalaz, en la plaza que entonces constituía el centro del barrio y que se llamaba de Pablo Garnica (ahora Plaza del Encuentro, para los del barrio, Plaza de Simago para siempre), se instaló, en medio de una pradera de césped, este monumento en que un niño corre hacia los brazos de su madre. No me parece una gran obra de arte, no es impresionante ni grandiosa, ni siquiera muy original, pero es precisamente esa cercanía en sus proporciones, esa alegría, esa sencillez, las que, a mi gusto, le hacen merecer un espacio en un barrio como este mio, tan del baby-boom.

Con los años, las sucesiva obras en la plaza y el vandalismo, de todo aquello solo queda el tronco arrodillado de la madre, que han colocado en un rincón cerca de la Junta de Distrito pero fuera de la vista. Desde hace un par de años, si mal no recuerdo, hay interés en el barrio por restaurarla y volverla a colocar en su sitio; no tengo muchas esperanzas.

(Las imágenes las he sacado todas de internet. Sin permiso de los autores, que tampoco sé quiénes son. Si alguno me lee o sabe de quién son, por favor, que se manifieste para atribuir autoría como debe ser).




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