Juegos de niñas

©Mayte Sánchez Sempere - 2009
– Bombero –contestó la niña.
– Será bombera –la corrigió su prima, dos años mayor.
– Pues bombera, es igual –rectificó la pequeña, cogiendo del suelo la pelota y lanzándola con fuerza contra la pared-. Bombera y conductora de trenes.
– Eso son cosas de chicos –volvió a corregirla la prima con ese tono de marisabidilla que tanto molestaba a la niña.
– ¿Tú que sabes? –contestó molesta.
– Más que tú, que estás en primero –de nuevo el tono condescendiente calcado al de su madre.

La niña calló y volvió a coger la pelota. Miró a su prima y apretó la esfera de goma pensando en las ganas que tenía de tirarle de la coleta. Se mordió el labio inferior y lanzó con todas sus fuerzas. La pelota rebotó y se alejó rodando de ellas.

– Tendrás que ir a por ella… -dijo la prima.

Sin contestar, la niña le dio la espalda a su prima y se dirigió al recuadro de césped donde la pelota había quedado parada, enganchada en las ramas más bajas de un arbusto de evónimo. Se agachó a recogerla y al hacerlo, un brillo rojo intenso llamó su atención desde el otro lado del arbusto.

– ¡Patri! –gritó- Ven, mira esto.

La otra se acercó despacio, con la nariz levantada y tratando de demostrar que no le importaba demasiado lo que la pequeña había encontrado. Se agachó junto a ella y miró. Muy quietas, las dos niñas observaban entre las ramas bajas.

– ¿Está muerta? –preguntó la pequeña.
– No sé –dijo la otra-. Tócala, a ver si se mueve.

La pequeña alargó la mano con miedo, la metió entre las hojas procurando no arañarse y la dejó quieta a unos centímetros.

– Y si está muerta… ¿qué hacemos? –peguntó sin moverse.
– La autopsia, claro.
– ¿Qué es la autopsia? –preguntó de nuevo.
– Pues es lo que hacen los policías para saber quién la ha matado.
– ¿Y si se ha muerto ella sola, como la abuela?
– Pues entonces se dice “causas naturales” y ya está. ¿Lo ves como no sabes nada?
– ¿Y cómo hacemos la autopsia? –siguió preguntando la pequeña.
– Deja de preguntar y mira si está muerta… si está viva no podemos hacerla.
– ¿Y qué hacemos si está viva?
– Si está viva llamamos a un mayor para que llame al 112 y venga una ambulancia y la policía.
– ¿Y los bomberos?
– Los bomberos no hacen falta, no hay fuego.

La pequeña volvió a mirar entre las hojas y muy despacio acercó los deditos hasta tocar el pie. Lo empujó un poco, la pierna se movió y al soltarla, volvió a su posición.

– Tiene pinta de muerta –confirmó.
– Toda la pinta –corroboró la mayor.
– Entonces… ¿hacemos la autopsia?
– Claro, hay que saber qué ha pasado –con tono afectado se dirigió al cadáver semioculto entre los arbustos y le habló-. ¿Qué te han hecho, preciosa? –se dirigió de nuevo a la pequeña- Hay que hacer esto para que el cuerpo te cuente su historia.

La pequeña la miraba boquiabierta.

– ¿Dónde lo has aprendido?
– En CSI, lo hacen todo el tiempo. Es muy fácil. Vamos -. Y levantándose cogió a la niña de la mano y se incorporó para rodear el arbusto que las separaba del cuerpo.

En un pequeño claro, oculto desde los paseos del parque, la mujer yacía boca arriba. Lo que había llamado la atención de la niña era un zapato de charol rojo fuego. El otro pie estaba descalzo. La mujer llevaba un vestido muy corto, blanco, sucio y arrugado. Un bolso también rojo descansaba abierto en el suelo junto a su mano derecha. Tenía los ojos cerrados y la boca semiabierta. Las niñas se acercaron sin dejar de mirarla.

– ¿Seguro que no respira? –preguntó la pequeña.

La mayor se agachó junto a la cabeza de la mujer y acercó la oreja a su boca. Roncaba un poco. Menudo fastidio.

– No respira –le dijo a la pequeña-. Podemos empezar.
– ¿Y qué hay que hacer?
– Lo primero, examinar la ropa y ver si hay restos.
– ¿Restos?
– Sí, migas o bichos o pelos… esas cosas.

Juntaron las cabezas para examinar el cadáver y miraron fijamente la ropa.

– Yo no veo nada… -dijo la pequeña.
– Yo tampoco, habrán ocultado las pruebas. Vamos a abrirla.
– ¿Abrirla?
– Sí, con un cuchillo se le abre la tripa para ver qué ha comido.
– ¿Y por qué queremos saber qué ha comido?
– Por si la han envenenado.
– No tenemos cuchillo –razonó la pequeña.

La mayor levantó la vista y miró a su alrededor.

– En el bar. Podemos coger uno de la mesa. Tú entretienes a los padres y yo me lo llevo.

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Sentados frente al televisor los padres comentan la noticia que ha conmocionado al barrio. Una prostituta ha aparecido muerta y horriblemente mutilada en el parque donde suelen ir a jugar con sus hijas. Horrorizados recuerdan que ese mismo día estuvieron allí, tomando unas cañas mientras las primas jugaban a la pelota. Las niñas juegan y ríen en el pasillo. La mayor se levanta del suelo y se acerca curiosa.

– ¿Tía, qué ha pasado?
– Nada, hija, nada. Anda, ve a jugar, que esto no es para niños.
– ¿Y para niñas?

– Tampoco.

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