Un gato equivocado
Con un gato
enroscado entre las vértebras,
un gato equivocado y casi negro,
ensayo verticales imposibles
sobre una sola pierna.
Cara, tal vez, de acróbata ambulante,
oculto el miedo al suelo
que amenaza
con un contacto violento y poco
deseado. La pértiga reposa.
Volar
sería un remedio equivalente
a salir por la noche
sin sueño en las pestañas:
un triunfo pequeño cuando todo
es demasiado grande
para unos pies que acarician
el filo o lo plano o lo infinito.
Desde su hueco extraño en mi columna
el gato crece y devora el universo
y aún es pequeño
y todavía araña
y maúlla asustado y se equivoca.
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