la sal del puchero
Contaba mi abuela la fábula de la mujer que a la hora de sazonar un guiso se echaba en la palma de la mano un puñadito de sal del que iba tomando pellizcos que añadía al puchero. Después de añadir y probar varias veces, miraba la sal que le quedaba en la mano y diciendo con gesto displicente "¡Bah, que más da!", echaba en el guiso toda la sal que le quedaba.
Por si alguien no lo ha entendido, criticaba con esta anécdota a aquellas personas que hacen su trabajo de manera descuidada, sin preocuparse por la calidad del resultado sino simplemente buscando terminarlo de forma rápida y cómoda.
Por si alguien no lo ha entendido, criticaba con esta anécdota a aquellas personas que hacen su trabajo de manera descuidada, sin preocuparse por la calidad del resultado sino simplemente buscando terminarlo de forma rápida y cómoda.
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