El telar roto del antropólogo - I

En nuestros huesos
se enrosca lo evidente:
construimos la historia a golpe de tragedia.

Un pueblo es sacado de su tierra,
trasladado,
exiliado,
esclavizado.
Atraviesa desiertos, saluda con la mano
a otro pueblo que mira su futuro
desde algún arrabal
que arde en los extremos.

Ahora los guetos
están mucho más lejos,
pagamos un salario ficticio a los esclavos
y sus manos, que no les pertenecen,
sostienen la basura de sus dueños.

Mi basura, repítelo en voz alta.

Lo hemos hecho mejor: los muros
les separan, les contienen
dentro de la miseria.

Ellos, culpables tatuados,
en el primer aliento llevan ya la condena:
muerto de hambre, marcado en la espalda,
ilegal,
extranjera,
enfermo contagioso,
refugiada, emigrante, ladrona de meriendas.

El exterminio está justificado; la solución
final, escrita en nuestras leyes.

Comentarios

  1. Corazones oscuros, bocas que se llenan
    de palabras huecas que vomita el alma.
    Miramos i no vemos, y vamos sin mirar
    la culpa que nos sigue y nos señala.

    "¡NO! ¡No soy así!", proclamámos,
    "¡NO! ¡Yo lucho por ti!", es nuestro grito
    que tan solo escuchan los tres Me gusta
    y comparten una foto para callar la culpa.

    Corazones oscuros, palabras huecas.
    Nuevos tiempos, nuevos consuelos,
    nuevas luchas, nuevas muertes, nuevas culpas...

    Tú has sido mi musa, Mayte, así que te lo regalo... Un beso.

    CHUSE

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  2. ¡Gracias! Me encanta. Y esto de ser musa es muy bueno para el ego, je je je.

    Un besazo.

    ResponderEliminar

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