Tres milagros
La abuela
cierra las manos en dos flores pequeñas a punto de abrirse, un pellizco
al aire, las puntas de los dedos juntas. Las niñas sonríen y acercan los
labios. Cada una, un beso.
La abuela
mete los dedos en el hueco de la harina lleno de leche tibia. Entre sus
dedos, se disuelve la levadura. Después los mueve despacio, rozando
apenas las paredes del volcán.
Las niñas se
empinan para mirar. Con las pestañas rozando la madera y los deditos
salpicados de blanco, contemplan el horizonte del milagro.
Los dedos de
la abuela giran expertos, pegajosos, rápidos. La masa aparece y come
harina. El volcán desaparece. Las niñas se asombran y quieren tocar la
bola amarillenta que rueda sobrela mesa. Las manos de la abuela golpean y
estiran y aprietan. Con las pestañas salpicadas de blanco las niñas
esperan.
La abuela tapa la masa con un retal deshilachado. Espera.
En el
segundo volcán se pierden dos huevos de dos yemas. Con las pestañas
salpicadas de espera las niñas sonríen. Los dedos de la abuela rompen
las cuatro yemas y las llenan de azúcar y ajonjolí. Giran deprisa,
pegajosos y suaves; de nuevo golpean, estiran, aprietan. Las palmas
amasan, los dedos voltean, la harina salpica mesa, pestañas, espera,
sonrisas.
La abuela destapa la masa. Primer milagro.
Sobre la
madera, dos bolas de masa: la grande y la chica. Sobre la mesa, los
deditos de las niñas esperan. Las dos masas se unen, la abuela suda y un
mechón gris se le pega a la frente. Golpea, estira, aprieta. La abuela
mira a las niñas y sonríe. Ahora hay tres bolas de masa sobre la madera.
Con las
pestañas salpicadas de sonrisas, las niñas golpean, estiran, aprietan,
dividen la masa, la retuercen. Sobre la madera, seis trenzas.
La abuela las tapa con un retal deshilachado. Espera.
La abuela destapa las trenzas. Segundo milagro.
Los deditos salpican azúcar y ajonjolí sobre las trenzas brillantes, pintadas de amarillo yema.
La abuela mete las trenzas en el horno. Tercer milagro.
Las niñas sonríen y comen trenzas doradas y dulces y guardan el secreto del milagro: un beso en las puntas de los dedos.
Tu cuento, otro milagro, el cuarto. Si te parece mal, me lo comentas y lo quito, pero he llevado a mi perfil este enlace. Creo que debe ser leído por mis amigos de facebook -la mayoría lo son también en el espacio de tres dimensiones y pico-, sobre todo los que no son poetas ni te conocen.
ResponderEliminar¡Gracias!
EliminarEsta historia... ¿no tiene un pequeño regustillo autobiográfico?? O la memoria me falla, que todo puede ser... ♥♥Besos♥♥...
ResponderEliminarTiene algo, pero la verdad es que se trata más de sensaciones que de hechos concretos :) Besos mil
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