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Mostrando entradas de mayo, 2014

Tatuaje

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Dina decidió tatuarse el mapamundi. Completo y detallado. Esférico, casi. Un mapamundi que decorase su vientre y abrazase sus glúteos. En el centro, justo en el ombligo, longitud y latitud exactas, Estambul. Quería océanos azul Esmirna y mares azul turquesa, cordilleras color Siena y valles verde oliva; quería desiertos ocre y selvas esmeralda y en el centro, justo en el ombligo, Estambul dorado. Frente al espejo Dina contempla su cuerpo desnudo, blanco, inmenso. Imagina las líneas onduladas del mapa sobre su abdomen. La uña pintada de azul de su índice dibuja desde el ombligo el perfil de la costa este del Mediterráneo. Imagina el continente africano perdiéndose en su pubis y sonríe: tierra salvaje e inexplorada. Se viste despacio, analizando su reflejo con ojo de modista. Coloca cuidadosamente cada una de las prendas que la cubren poco a poco. Nada queda al azar, cada pieza en su lugar para tapar, esconder, modelar. Camiseta negra ajustada de cuello vuelto, para ocultar la p

Últimas lecturas

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El asombroso viaje de Pomponio Flato Eduardo Mendoza 10 /10 Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien leyendo. Muy recomendable. Divorcio en Buda Sándor Márai  8/10 Una interesantísima reflexión que puede considerarse vigente a día de hoy, aunque la acción tenga lugar en la Budapest de entreguerras. El amor y la sociedad, sus exigencias y las dudas que surgen en un joven juez al encontrarse con un caso de divorcio que no esperaba. El libro negro Orhan Pamuk  7/10 En esta ocasión Pamuk nos lleva por Estambul de la mano de dos personajes diferentes pero con mucho en común. A uno le conoceremos a través de las columnas que escribe para un periódico y al otro a través de una especie de locura... o eso me ha parecido. Me ha gustado en general, aunque se me ha hecho un poquito largo.

Un poema

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© Mayte Sánchez Sempere - 2014 Sobrevivir madre No abrir la boca en festivo ni bajo el agua negra  que corre calle abajo el día que no llueve, no abrir la puerta  al vendedor de vuelos sin echarle dos gotas de veneno a la sonrisa ensayada por miles de otras bocas; no abrir esa lata abombada que espera  su momento de héroe contra el hambre  de toda la familia. Sobrevivir con los pechos caídos goteando esperanza porque no hay otra cosa. Y cerrar con candado los ojos y los puños, encajar una muela en otra muela con la lengua sangrando tres palabras (márchate, hijo mío), dar un paso pequeño agarrada a la roca con las plantas ardiendo en la arena y llorar  solamente cuando no mire nadie.