Cesárea programada - XI
Tiene un ovillo de penas anclado en el centro del cogote, pasea a su sombra con correa y se dice soy libre con este corazón que no se mueve. Camina bajo el peso increíble de los errores propios y las dudas ajenas; se deshace entre rejas forjadas con sus pasos en ese corredor interminable hacia ningún lugar y allí hace su cama: las sábanas mojadas sobre la dura piedra moldean el insomnio necesario para que ningún sueño se cuele, inoportuno, en esta realidad que duele pero es suya. No se permite el placer del vino compartido ni la caricia del sol o el beso de la orilla y hunde los pies bien hondo en el asfalto para que la ilusión no eleve su frente desolada. ¡Qué triste el día que amanece y comprende que el túnel se termina sólo con deshacer las telarañas!